EL RATÓN DE LOS DIENTES
Justo
en el día de su cumpleaños seis, Buby estaba comiendo una galletita, cuando
sintió que uno de sus dientes se movía.
-
Mamá, se me mueve
un diente.
La
madre de Buby era, nada más ni nada menos, que la Reina del lugar.
Cada
vez que la reina tenía que tomar una decisión, le pedía consejos a su ministro
de confianza.
En
esta ocasión, también llamó al médico de la corte para consultarlo.
-
Hay que esperar
que el diente se caiga solo-dijo el ministro.
-
¡No! Hay que
atarlo de un hilo de seda, tirar y sacarlo de inmediato-dijo el médico.
Como
era de esperar, entre el ministro y el médico, la reina decidió hacerle caso al
médico. Así que ataron el hilo y, de un tirón, arrancaron el diente. La Reina
decidió que Buby colocase el diente debajo de la almohada. Ella conocía la
famosísima historia del ratón Pérez.
Como
Buby todavía no sabía escribir, le dictó la cartita a su mamá. La Reina buscó
una pluma y escribió lo que le dictaba Buby.
Estimado
ratón Pérez:
Ojalá
tengas tiempo de pasar hoy por mi casa. Dejo mi primer diente de leche bajo la
almohada, Me gustaría tanto conocerte, aunque me imagino lo ocupado que
estarás... Me pregunto cómo harás para llevar monedas a las casas de todos los
chicos del mundo.
Te
saluda, Buby
Buby
solo sabía escribir su nombre, así que le pidió la pluma a su mamá y firmó la
carta. Los dedos, la punta de la nariz y hasta los volados de su camisa se
mancharon de tinta, era casi imposible no salpicarse en esa época en la que se
usaba una pluma de ganso y tinta para escribir.
Buby
puso el diente y la carta debajo de la almohada, como le había dicho la Reina,
es decir, su mamá y le pidió a su niñera que dejara encendidas las velas de los
candelabros de su habitación. Tenía un plan: quería ver al ratón Pérez, estaba
dispuesto a no dormir si era necesario. Pero cayó rendido, sus párpados no
pudieron hacerle frente al cansancio. Se quedó dormido y, justo cuando estaba
por empezar a soñar, sintió que algo suave y peludo le rozaba la frente. Abrió
los ojos y ahí estaba parado sobre su almohada vio a un ratón muy pequeño, con
sombrero de paja, anteojos de oro y una cartera de terciopelo rojo colgando en
su espalda
-
Buenas noches
¿El
ratón había hablado?¿había escuchado blen? Tantas noches imaginando cômo seria,
y ahora lo tenía ahí, ante sus propios ojos
Buby
abrió la boca, casi pega un grito, pero ante semejante sorpresa se quedó mudo.
Se
refregó los ojos varias veces, no estaba seguro de si estaba dormido o
despierto, No sabía si era un ratón de verdad o solo un personaje más de su
sueño.
Pérez
en un ratón que había viajado mucho, mucho. Había recorrido los caños y los
rincones de la corte varias veces y había leído a los escritores mas importantes
de la época Sin embargo, era la primera vez que hablaba con un niño. El ratón
debía seguir viaje. Tenía que buscar el diente de un niño muy pobre llamado
Gilito
-
Mi querido
príncipe, si tú supieras lo difícil que es mi trabajo... No es fácil visitar a
cada casa en la que a un niño se le cae un diente. Además, durante el
recorrido, debo escapar de los gatos que me quieren atrapar. No es sencillo ser
el Ratón Pérez
-
Cómo me gustaría
acompañarte en tus aventuras. Tus días deben estar llenos de peligros y
emociones. Quisiera conocer cómo es tu trabajo! Me pregunto como haces para ir
tan rápido de puerta en puerta… - comentó Buby en voz baja pero segura
El
ratón, entonces, le dijo:
-
El viaje será
peligroso, pero si me acompañas, tú y yo seremos los mejores amigos del mundo,
antes debes pasar por mi casa para buscar el regalo de Gilito. ¿Quieres venir
conmigo?
-
Será un honor
para mí conocer tu casa.
Buby
se estaba prendiendo la manga de su camisa cuando la cola del ratón rozó su
nariz. Estornudó Y sin poder explicar lo que estaba pasando se convirtió en el
ratón más elegante que nadie haya podido imaginar.
Para
que el niño no tuviera miedo el ratón le dijo:
-
El miedo es
natural en el prudente, y saberlo vencer es ser valiente, los dos unidos
salieron por el mismo caño por el que el ratón Pérez hubo llegado. Recorrieron
varias cañerías hasta que desembocaron en un lugar enorme.
Era
el sótano de un depósito de quesos gruyer. Allí Pérez vivía junto a su familia
en una caja de galletitas. Por suerte, nunca les faltaba comida, se alimentaban
de los pedazos de queso que encontraban.
Agarraron
la moneda para Gilito, comieron un poco de queso y saltaron de la caja. No
podían perder tiempo, tienen que llegar a la casa de Gilito antes del amanecer.
Pérez en el guía de Buby, le mostró por cuál de todos los caños que había en el
sótano, tenían que meterse. Caminaron un rato largo y aparecieron justo en la
puerta de la casa de Gilito.
Pero el peligro no tardó en llegar.
Una enorme gata de bigotes blancos los esperaba. El gato sacó sus garras y se
los quiso comer, pero los dos ratoncitos eran más ágiles y lograron
escabullirse. Entraron a la casa de Gilito por una ventana que había quedado
abierta. Buby se sorprendió, la casa era totalmente diferente la suya: casi sin
muebles, apenas una cama para dormir. No tenía grandes candelabros, apenas se
iluminaban con una vela. Tampoco teñía alfombras bordadas como en su castillo,
el piso era tan frío que se les congelaban las plantas de los ples cuando
caminaban. Era la primera vez que veía como era el mundo fuera de su castillo,
sin riquezas ni lujo. En esa casa solamente había una habitación, pensar que en
su castillo había hasta un salón especial para bailar! Buby no podía creer que
Gilito, un niño de su misma edad, viva de manera tan pobre. Dejaron la moneda
debajo la almohada de Gilito y se fueron Contentos. Después de estar de vuelta
en su casa y en su habitación, y muy cansado después de semejante aventura,
Buby se acostó. En ese momento se dio cuenta de que ya no era un ratón.
-
¿Habrá
sido un sueño?-se preguntó. Buscó al ratón Pérez pero ya no estaba. Tampoco la
carta debajo de su almohada. En su lugar encontró una moneda de oro. A partir de ese día, cada
vez que se le caía un diente, el ratón Pérez le dejaba una moneda de oro y Buby
se la regalaba a un niño que la necesitara.
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