EL DOCTOR RIMBOMBANTE

 Cuentan que, una vez, el lagarto comió demasiada fruta y le dio un terrible dolor de panza.

    -Ay, ay, ay -se lamentó-, tengo que encontrar a alguien que me cure. Y, con su panza hinchada a cuestas, empezó a preguntarles a los demás animales si conocían a un buen doctor. 

    -Te puedo recomendar a uno buenísimo -le dijo la lechuza-. Es un gato que vive cerca del río. Se llama doctor Rimbombante. El lagarto bajó hasta la orilla del río agarrándose la barriga a cada paso y allí le preguntó a una vizcacha dónde quedaba la casa del médico: 

    -jAhhh, el doctor Rimbombante! –exclamó la vizcacha-. Es un genio! ¡Cómo habla! Con qué autoridad se expresa! Vive en el hueco de ese árbol. Doblado en dos por el dolor, el lagarto se arrastró hasta el árbol y golpeó en el tronco un par de veces. Inmediatamente, apareció un gran gato negro que lo miró de arriba a abajo y le sonrió:

    -Pero mi querido Tupinambis teguixin, qué le anda pasando? -le dijo con aire de sabio.

    -No me llamo Tupinambis no sé cuánto. Me dicen lagarto, nomás- contestó confundido el doliente. 

    -Je, je, Tupinambis teguixin es el nombre científico con que se conoce a los lagartos como usted. Pero dígame en qué puedo ayudarlo.

    -Tengo un terrible dolor de panza.

    -Ahhh... O sea que usted tiene un intenso malestar de abdomen.

    -Sí, sí, a lo mejor también tengo eso que usted dice -gimió el pobre lagarto desorientado.

    -Seguramente ingirió alguna vianda en exceso.

    -¿Que hice qué?

    -Le pregunto si manducó alguna pitanza en demasía. 

    - ¿Si pité qué?- el lagarto se estaba cansando de no entender nada y exclamó: 

    -Lo que pasa es que comí mucha fruta! 

    -Eso mismo es lo que le estoy diciendo, mi apreciado visitante-sonrió el doctor.

    -Pero ¿Qué puedo hacer para curarme?! – gritó el lagarto en el colmo del dolor y la impaciencia.

    -Ah, mi amigo, tiene que sentarse durante seis horas debajo de un salix alba, o "sauce", como lo conoce la gente común. Debe mirar hacia el Este, que es por donde sale el astro rey.

    -Pero de qué rey me está hablando?

    -Del astro rey, del Sol, mi ignorante vecino. Vaya y haga lo que le digo. Va a quedar como nuevo. 

Al lagarto le había caído mal lo de "ignorante vecino" pero estaba desesperado y siguió la receta del médico. Buscó un sauce y allí se sentó mirando al este. Sin embargo, unas horas después el dolor no mejoraba. De pronto, pasó por allí un grillo cantor que vio los lagrimones corriendo por sus verdes mejillas y le preguntó qué le pasaba. Cuando escuchó el relato, le dijo: 

    -Ese doctor Rimbombante habla muy raro. No hay que confundir las palabras difíciles con la verdadera sabiduría. Te aconsejo que comas esos pastitos verdes que crecen a la orilla del río. Te van a hacer bien.

El lagarto le dio las gracias y siguió el consejo del grillo. A la mañana siguiente ya estaba totalmente curado.

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