LEYENDA DE LOS CANTOS RODADOS

Cuentan que hace miles de años, unos muchachitos se pasaban el día jugando en un río cercano. Era un río tumultuoso, con caídas, ollas de piedra pulida y playas de arena. Según la hora del día, todo se ponía dorado o violeta o azul. 

En realidad, los chicos jugaban con el río, que se portaba como un gran animal. Por tramos galopaba, trotaba o se dejaba ir manso, como flotando boca arriba. Venia lleno de piedras que rodaban y hacían ruido de nueces cayendo a canastadas desde las sierras.

Se dice también que esas piedras son las palabras del río. Con ellas jugaban los muchachitos en aquellas montañas que hoy se llaman las sierras de Córdoba. Andaban siempre de aquí para allá, con las manos llenas de piedras, inventando cosas.

        -    Ruedan cantando- decían. 

        -    Cantan rodando-decían.

        -    Cantan cantos rodados.

Poco a poco las piedras tuvieron nombre: cantos rodados. Los muchachitos buscaban las más pulidas, las que más se parecían a los huevos de los pájaros y las amontonaban en nidos cavados en la arena, hechos con pasto o protegidos con otras piedras 

        -    El rio pone huevos -decían.

Todos los años los hermanos grandes y los hermanos chicos acomodaban piedras como pájaros cluecos.

        -    Cloc cloc-decían, imitando el chocar de las piedras.

Bailaban a su alrededor en un solo pie, saltaban por sobre los nidos, inventaban palabras.

        -    Con el calor del sol van a nacer montañas.

De cada canto rodado saldría una sierra pelada como un pichón que pronto se iría cubriendo de plumón de piquillines. Pero un buen día el agua empezó a saltar más rápido, vino como corrida por los perros, llena de ramas, de espuma y palitos. Era la creciente. 

El rio se hinchó y arrasó con todo. Ya no era un animal para jugar, sino una tropa enfurecida. Durante varios días se borraron los vados, algunas piedras grandes Cambiaron de lugar, se esfumaron las orillas conocidas, muchos arboles desaparecieron. Ni que hablar de las nidadas de huevos construidas por los chicos.

        -    Ellos ruedan -decían- Van a nacer en otra parte repetían esperanzados y soñaban con lugares extraños a los que nunca llegarían pero en los que un día, pácate, nacería una montaña enorme del hueso del rio de Córdoba

Desde aquella vez, siempre antes de las lluvias, los muchachitos arman nidos de cantos rodados para que la creciente los siembre por otros lugares. Para que nazcan montañas. Esa, dicen, es el secreto que murmuran los cantos rodados. Que el Aconcagua, el Monte Everest, el Himalaya, el Chimborazo, el Popocatépetl, nacieron de las piedras que los niños de las sierras anidaban en la arena.



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