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El ambiente y la biodiversidad

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Músicos en la ciudad

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Animales Vertebrados e invertebrados

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UN CUIDADOR MUY SEGURO

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 El castillo tenía dos puertas: una para la familia del rey y otra para todas las personas desconocidas que deseaban pasar. Quien quisiera entrar, debía enfrentar a Seguro, el cuidador, el guardián de la fortaleza. Seguro era un hombre común: ni muy alto, ni muy forzudo, ni muy musculoso, pero eso sí, era responsable y, sobre todo, astuto; capaz de no dejar pasar ni siquiera al viento si le parecía que podía poner en peligro el castillo y a sus habitantes. Un día, un mensajero del reino vecino llegó a la puerta por la que entraban los desconocidos y se paró frente a Seguro. –Buenos días, me gustaría ver al Rey. –¿Por qué asunto es? –preguntó Seguro mirando fijo al desconocido. –Tengo un paquete de cartas para él. –¿Cartas? De ninguna manera. El rey no tiene tiempo de jugar a las cartas. –No, usted entendió mal, lo que traigo son cartas para que el rey lea, no para que el rey juegue. Son muy importantes. También traigo esta pulsera para que la muñeca de la princesa luzca como nunca. –¿P

CUENTO SOBRE LOS BERRINCHES DE UN NIÑO

  Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento. Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo: -

UGA LA TORTUGA

  - ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona . - ¡Esto tiene que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas. Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano. - ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar. - No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.